Acá, el Conu hace un comentario sobre el uso de Twitter y la muchachada PRO. Desde otro punto de vista, publicamos una nota en la revista
El Estadista. Me parece que ningún dirigente (salvo alguno que otro peronista que se me ocurre) entiende bien todavía de qué va Twitter, cómo funciona y cuál es el chiste. Quizás haya varios que todavía tienen que entender cómo funciona la política "1.0" antes que la "2.0".
Martes, algo después de las cuatro y media de la mañana. Gabriela Michetti informa a sus más de 26 mil seguidores en la red social Twitter: "Quinta vez q me despierto a tomar agua por dos fetas de jamón crudo q comí anoche...! Muy rico pero c consecuencias muy molestas!!". Algunos días antes la diputada contaba en la web "Vísperas de mi cumpleaños. Mañana cumplo 45. Está bueno!!".
Tiempo atrás, la breve frase "¿Alguien sabe quién canta esa canción que habla de 'la isla del sol'? ¡Es de los mejores temas para bailar!", a cargo de la legisladora del PRO cobró cierta fama en Internet.
La dirigencia política ha desembarcado, por fin, en las redes sociales pero, como le ocurre en muchos otros aspectos, no siempre está a la altura de las circunstancias. ¿Pueden las herramientas comunicacionales suplir lo que un dirigente político no está en condiciones de producir? ¿Puede determinada estrategia comunicacional por sí sola "acercar" a un candidato o referente político a "la gente"? Como en aquel programa de los años 80 en que referentes políticos eran entrevistados en una cama por una vedette, ¿en política lo importante es ser "conocido" sin importar "cómo"?
Por un lado, si hay algo que se nota es un enorme desconocimiento de muchos dirigentes lanzados a la web sobre el funcionamiento de las herramientas. Acerca de para qué sirven y para qué no.
Mauricio Macri acaba de argumentar ante un juez que era violatorio de su "intimidad" pedirle explicaciones por lo que publica en la web. Desconoce el funcionario que está transmitiendo sus pensamientos no sólo a sus más de 26 mil "seguidores" en Twitter, sino a cualquiera que tenga la intención de leer esas expresiones en una plataforma de código abierto.
Si las posiciones de los políticos ante la web no son siempre las adecuadas, llama la atención la falta de tino de quienes asesoran a los futuros candidatos. Importar sin modificaciones las "cybercampañas" de los Estados Unidos y esperar iguales resultados que en otras latitudes es, por lo menos, una estrategia sorprendente.
¿No es acaso algo más homogéneo en términos sociales y culturales el electorado en países del primer mundo? ¿No es cierto que en Europa y Estados Unidos potencian mucho más las redes sociales como herramienta de movilización y militancia que lo que ocurre aún en la Argentina, cuando la utilizan partidos o dirigentes?
En un reciente programa de TV, la legisladora porteña Gabriela Cerruti arrimaba una hipótesis: que las redes sociales "emparejan" las posibilidades de los candidatos ya que permiten acceder a porciones del electorado sin necesidad de tanto "dinero". La idea puede ser cierta para parte del público porteño al que se dirige la diputada por la Ciudad. Pero ¿puede extenderse a otras geografías y realidades sociales en la Argentina?
Es cierto que las redes sociales crecen de forma exponencial, pero no lo es tanto que puedan suplir las herramientas tradicionales de comunicación y acción política.
Ricardo Alfonsín volvió a demostrar hace poco el peso que aún tiene, en algunos contextos, la idea de caminar "casa por casa". De cara a la interna radical de la provincia de Buenos Aires, muy a la usanza de su padre, el diputado fue a buscar a "cada uno" de los afiliados radicales en las distintas localidades y pueblos, sin importar si se disponía a hablar ante uno, diez o cien. Apretando manos, compartiendo comidas, probando el vibrato de su voz, mirando a los ojos le provocó un golpe importante al aparato de Leopoldo Moreau y Federico Storani, padrinos de Julio Cobos en territorio bonaerense.
Otro dirigente que aún se mantiene con ambos pies en las herramientas que da la política tradicional es el ex presidente Néstor Kirchner. Muchos dirigentes oficialistas ya se mueven con soltura en la web, pero el titular de la UNASUR no sale, desde la campaña bonaerense de 2009, de las reuniones, actos y caminatas incluidas en el menú histórico de la política.
El sacudón que recibió la campaña "2.0" del ex candidato colombiano Antanas Mockus ante un postulante del riñón de la política tradicional como Juan Manuel Santos no debería ser un dato menor para una dirigencia que aún no ha salido del todo del "default" en el que entró con la crisis de 2001.
Otro aspecto que llama la atención de la forma en que los dirigentes se apropian de las redes sociales en la Argentina es la predisposición a hacer públicas polémicas que antes se daban en privado o, a lo sumo, ordenadas por los medios de comunicación tradicionales. El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, mantuvo hace poco una extensa discusión por Twitter con el diputado opositor Fernando Iglesias. El flamante canciller, Héctor Timerman, aún discute por la misma red social con algunos periodistas que el diario Clarín contrató hace poco para participar de la pelea "cuerpo a cuerpo" que ese medio protagoniza con el Gobierno.
Si bien se sabe que el crecimiento del uso de las redes sociales en la Argentina es exponencial y que modifica hábitos de sus usuarios no conviene aún definir cuál será el impacto que tiene sobre la actividad pública. Nadie esperaba, por ejemplo, que el primer gran golpe "político" de Facebook haya sido una convocatoria de tinte oficialista a la Plaza de Mayo, potenciada por el programa televisivo "678". No son pocos los especialistas que no sale de su asombro al comprobar que los mayores niveles de pericia en el uso de las redes sociales provienen de simpatizantes de la política sdle Gobierno, antes que de quienes promueven campañas "virales" contra el kirchnerismo.
¿Cambiará del todo la comunicación política y la política misma con la generalización en el uso de la web? ¿O estamos ante otro fenómeno complejo, cambiante y de final incierto? ¿Hay dirigentes y asesores que comunicacionales que llevan "la delantera" en este campo o será que han comprado "espejitos de colores" importados?
La impresión que surge, por ahora es que temas más clásicos como las modificaciones en el concepto de "representación", la "credibilidad" que pueda surgir de dirigentes y partidos, el impacto que tiene el mercado y los hábitos de consumo sobre lo público, la compleja relación entre los ámbitos local y nacional en política y los múltiples imponderables de cualquier carrera electoral tendrán todavía mucho peso en 2011, más allá del que obtengan los recovecos de la "web 2.0".