Después de leer la histeria de los editorialistas por el cierre de listas, soñé que el peronismo era un movimiento de niños y niñas donde jamás ha habido, hasta este aciago momento disputas ni peleas por las listas, ni trifulcas entre jefes territoriales y la Casa Rosada.
Pero, claro, tonto de mí, no me dí cuenta de que, como plantean los editorialistas, las diferencias son siempre insalvables y a muerte. Y todo termina en una pelea final ya, ya, ya, o vos o yo, no entramos los dos en este pueblo, muchachito.
Pero, claro, tonto de mí, no me dí cuenta de que, como plantean los editorialistas, las diferencias son siempre insalvables y a muerte. Y todo termina en una pelea final ya, ya, ya, o vos o yo, no entramos los dos en este pueblo, muchachito.
Y me pregunto, al margen: ¿qué tiene que hacer la presidenta Cristina Kirchner para ser también considerada peronista? ¿Hacerse un tatuaje de Lorenzo Miguel en la nuca?
5 comentarios:
Hacerse cambio de sexo. No porque yo crea eso, está claro.
saludos
A veces pienso cuando leo La Nación y Clarín que le juegan unos boletos a un caballo muerto.
Saludos
Buscan desesperadamente una grietita, para meter la cuña y darle, darle hasta que haga criiiick.
El problema para ellos es que ya no lo pueden hacer a escondidas, estan a la vista de todo el mundo, pateticos con su martillito.
Escriba
Nada de lo que haga CFK será reconocido como positivo por los medios.
Esta mañana escuchaba al amargo Dr Nelson Castro (sintonizar la radio sin anteojos es peligroso para la salud), asegurando que Cristina había relegado al peronismo. Si hubiera elegido un vice peronista, seguramente habría criticado igualmente la decisión, por los motivos inversos. Es como el chiste de la idische mane, que le regala al hijo una corbata roja y una azul. Cuando ve al hijo con la corbata roja puesta le pregunta: "¿La azul no te gustó?
"Y me pregunto, al margen: ¿qué tiene que hacer la presidenta Cristina Kirchner para ser también considerada peronista? ¿Hacerse un tatuaje de Lorenzo Miguel en la nuca?"
jjjajajja
es-pe-ta-cu-lá!
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