Empresarios & CIA. Por Francisco Olivera
Domingo 24 de octubre de 2010 | Publicado en edición impresa
Un empresario de buen diálogo con el Gobierno no salía de su asombro el viernes por la mañana, mientras se enteraba por las radios de la reunión entre el camionero Hugo Moyano y los trabajadores despedidos y tercerizados del ferrocarril Roca. Habían pasado 48 horas del asesinato del militante Mariano Ferreyra. "Este tipo es increíble -dijo después a LA NACION-. ¿¡Ya pasó el problema del muerto, que les está solucionando los problemas a los tercerizados!?"
La descripción de ese estupor aislado y personal explica el porqué de ciertas apuestas del establishment hacia determinados precandidatos presidenciales del peronismo, iniciativas que han desencadenado el enojo de, por ejemplo, Ricardo Alfonsín, un dirigente radical de trato frecuente con empresarios. El problema es la inmortalidad de Moyano y quién será capaz de resolverla. Casi no se habla de otra cosa en la Unión Industrial Argentina (UIA) y en la Asociación Empresaria Argentina (AEA); será probablemente tema de conversación mañana, en el almuerzo del Grupo de los Seis, en la entidad fabril.
La preocupación es doble, inmediata y de mediano plazo. La más urgente fue detectada en estos días en bancos, empresas de consumo masivo y de servicios públicos privatizados: la posibilidad de una reapertura de las paritarias antes de fin de año o, en su defecto, la entrega de sumas no remunerativas. "Cerramos en un porcentaje alto este año y nos reclaman entre 10 y 12 por ciento -dijo un gerente-. Vamos a tratar de patearlo para febrero o marzo, escalonado."
El asunto medular es, sin embargo, más lejano: una perturbación de mediano plazo que proyecta un Moyano poderoso como pocas veces en la historia del sindicalismo en el país. Algunos dirigentes corporativos tuvieron el privilegio y el espanto de escuchar del propio camionero la descripción de esa estrategia que tiene fechas, objetivos intermedios y, tal vez, nombres. Consiste en acumular todo el poder real que se pueda, ubicar gente que le responda en cargos decisivos y retirarse de la conducción de la CGT, posiblemente, con el cambio de Gobierno. Nunca pensó, dicen quienes le prestan atención, en presentarse a elecciones; es consciente de su pésima imagen. "Claro, pero en diciembre del año que viene vamos a tener que negociar con Moyano, no con el presidente", describió un industrial.
Estar al tanto de estas cosas fue lo que puso en estado de alerta a la Unión Industrial Argentina (UIA) en los últimos meses. Días atrás, en una reunión con miembros de la junta directiva, Eduardo Duhalde intentó acercarse y tranquilizarlos. "Moyano no es imposible de manejar", dijo. Los empresarios intuyen que sí.
En la intimidad, el camionero suele jactarse de ser, después de muchos años, el primer secretario general de la CGT que pertenece a un gremio fuerte. Está, además, convencido de que el sindicalismo perdió, durante lapsos y sucesos que él juzga como desgracias -la quema del cajón en 1983, la presidencia de Carlos Menem-, el histórico rol de tercera parte del peronismo (33%) en decisiones, cargos y comités. Cree, y así lo manifiesta, que él ha venido a recuperar ese tesoro que "Los Gordos", sus rivales, entregaron a cambio de negocios personales.
Esas ínfulas causan pavor empresarial. "La única forma de pararlo va a ser la Justicia", dijo el gerente de una firma española de millonarios contratos con el Estado. Moyano lo sabe. Cada vez que puede, en conversaciones privadas, recuerda que el kirchnerismo hizo esfuerzos imposibles por que el juez Norberto Oyarbide cerrara la causa por enriquecimiento ilícito contra el matrimonio presidencial, pero muy poco por la que involucra al bancario Juan José Zanola y roza al entorno camionero. Algunos hombres de obra pública de buena relación con Julio De Vido se enteraron el jueves de algo que en realidad puede constatarse siguiendo la prensa oficialista de estos días: nadie hará demasiado por resguardar políticamente al ferroviario José Pedraza después de la tragedia en las vías del Roca.
"En la Argentina, la Justicia va detrás de la política", definió años atrás un dirigente peronista que acompañó a varios gobiernos. Cualquier causa penal será, entonces, si cambian los vientos, la única espada que tendrá la próxima administración para mostrarle a Moyano. "Para que eso sirva, hay que estar dispuesto a hacerlo en serio", dijo un lobbista con llegada a varias cámaras.
¿Está el radicalismo en condiciones de ofrecer un candidato así? Los empresarios piensan que no. De ahí sus últimas apuestas. Si en 2011 gana un radical, razonan, es probable que Kirchner intente ser el líder de la oposición, aliado con los gremios, para buscar refugio político ante posibles embates judiciales. Eso volvería inviable al próximo gobierno y, peor aún, le daría al santacruceño posibilidades de volver. Es lo que los duhaldistas no le perdonan al Menem de 1999. Por el contrario, dicen, nada de esto ocurriría si gana el Peronismo Federal. Lo describió un industrial de pragmatismo demoledor: "El radicalismo nunca se lleva a los gremios, el peronismo sí". Esa lógica es, según los radicales, el único modo de explicar la última saña discursiva de Moyano sobre Felipe Solá.
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