Pausa.
Rewind.
Cierro con llave la puerta de casa. Camino hacia atrás y cruzo la calle con cuidado. En realidad es que me siento muy cansado, agotado, como si un camión me hubiera pasado por encima. Subo al taxi y cierro la puerta.
- Igualmente.
- Chau. Suerte, jefe.
Recibo el vuelto y pago. "Por acá nomás". Arranca el taxi marcha atrás, no muy rápido. Y conversamos sobre cosas aisladas con el tachero.
-Y, sí- digo. Y él:
- Es como decía el otro día un tipo por la radio, el que tiene mucha pero mucha guita no le importa, total tiene mucha guita. El que es pobre y está en la lona tampoco, porque vive así, porque está muy mal. Pero los que estamos en el medio, ese es el tema. Los que estamos en el medio, que tenemos todo en orden, que pagamos todo. Esto es todo muy desordenado. A mí me quisieron robar tres veces últimamente. En Constitución me quisieron manotear por acá. Porque, claro, están pensando todo el día en robar. A uno lo roban una vez y se cuida, dos, tres meses, pero después te relajás. Ellos están pensando todo el día en robar. Saben que un Renó 19 tiene una gaveta acá y ¿dónde vas a poner la billetera? Y, acá. Estudian, entendés. Al final queremos ser del primer mundo, pero no, o se es en todo o no, no se puede ser en algunas cosas nomás. ¿Y la gente? La gente está muy agresiva, que hace algunos años no era así. Cualquiera te putea por cualquier cosa por la calle.
Y después "buenas, a mi casa voy".
El taxi retrocede por Libertador y me bajo.
Cruzo la avenida para atrás respirando rápido. Entro al predio. Saludo al chico que está al ingresar. Y enfilo, siempre para atrás, para el casino de oficiales, con la cabeza revuelta. El cuerpo tenso.
Le doy la mano muy fuerte al sobreviviente, a esa persona tan amable, tan tranquila que nos relata todo. "Gracias, muchas gracias", le digo. Quiero decirle más, no me salen las palabras.
"Cuando me voy a casa todos los días me voy tranquilo. Si estamos en esto acá, si estamos con otros compañeros, pienso, es que al final no nos ganaron. Todo esto no fue en vano. Queremos que la gente venga, contarle lo que pasó, que sea un lugar para la memoria de verdad. Cuanto más gente mejor".
Y ahí estamos riéndonos de no sé qué porque este hombre que nos guió se ríe. Es capaz de reír con una carcajada que ahora pienso que es fantástica. Estamos entonces entrando por esa puerta de metal y vidrio de ahí atrás, por ese patio terrible, con una pelota en el estómago. No sé a qué huele el lugar. A nada. No huele a nada. No hay nadie adentro, somos cinco personas.
Entonces subimos las escaleras, esas escaleras por las que pasaron ¿cuántos? ¿cinco mil? No importa cuántos. Pero los números se vienen encima. Las imágnes y los ruidos en un lugar donde no hay ni imágenes ni ruidos. Y pasamos por esos cuartos donde "vivían" los tipos de los Grupos de Tareas a pocos metros de las salas de torturas. Están alfombrados. Tienen una linda vista. Y pasamos por ese cuarto pequeño destinado a las "embarazadas". Y me asomo, y lo miro, y pienso. Es luminoso. Y luego vamos a esos lugares con nombres absurdos, esos nombres insoportables. "La pecera".
"Y acá se hacía un trabajo de análisis de prensa y había télex y dossiers y campañas. Alguien, algún civil tiene que haber instalado un télex. Yo creo que de acá salió la idea de invadir Malvinas". Escucho.
Y subimos hasta arriba de todo. Y no podemos pensar ahí en ese otro lugar con un nombre horrible. No hacemos muchos comentarios ahí. "Este es el famoso tanque de agua". Es chico todo. Y ahí está el dibujo en la pared que encontraron se me antoja como una virgen del renacimiento. Y nos cuentan que a pesar de que los milicos limpiaron todo, pintaron todo, se llevaron todo, se encontraron colillas de cigarrillos, tapitas de gaseosa, papeles de chocolate. No decimos mucho ahí. No podemos decir nada.
Y bajamos a eso que llaman con otro nombre horrendo, ofensivo. Y la "avenida de la felicidad". "Acá estaba yo, allá tal, en unas colchonetitas muy finas, mirando para allá, entrábamos cuatro por cada uno de estos lugares. Allá tenían a los prisioneros especiales, a la hermana de..." "Ah", decimos. "Y acá había un guardia con una ametralladora y se anotaban los números en un libro y...". No sé qué pensamos. "Allá había un teléfono, el 70-45... todavía me lo acuerdo...". Pienso en gente, en imágenes, en todos esos procedimientos estatales, burocráticos, seriados. Caminamos por ese lugar con una iluminación tenue. Vemos que todo era más chico de lo que pensábamos. "Sí, es más chico de lo que pensábamos nosotros también". Pensamos en que estos techos, estas vigas se nos vienen encima. Se nos viene encima todo. Se nos viene encima el país, doscientos años de historia, miles de años de civilización, toda la barbarie.
Y bajamos a esa planta baja donde "allá estaba Acosta con la Inteligencia". Y "allá atrás era la casa de Chamorro, vivía ahí el tipo". Nos miramos. Ahí vivía.
Bajamos al sótano. Es chico. Allá esto, acá lo otro. Allá las inyecciones. Es todo tan chico. La escalera, la famosa escalera. Salimos. Estamos un poco nerviosos. Un poco ansiosos. Sabemos con lo que nos vamos a encontrar pero no sabemos bien qué nos va a pasar.
Rewind.
Salimos muy tranquilos en una tarde de sol del predio.
Rewind. Rewind. Rewind.
A 25 cuadras del predio nazco una madrugada. Allá afuera pasa todo eso y más. Y la vida sigue.
Pausa.