lunes, julio 31, 2006

Mide

CARTA ABIERTA A BEATRIZ SARLO
Mario Toer *

Querida Beatriz. Con sorpresa he leído la nota que salió en La Nación, en la que te referís a que el presidente se comporta “como si fuera un soberano”, con el consiguiente desprecio por las normas republicanas. Como comparto con el diario de que, con justicia, se te reconoce como una de las intelectuales más respetadas de la Argentina, no puedo dejar de referirme a algunas de tus afirmaciones. Máxime cuando desde ese medio, y en otros, se intensifica una campaña de deslegitimación del gobierno que tiene objetivos precisos. Digo con sorpresa porque, como compartimos algunas experiencias juntos, desde el tiempo de la Revista Los Libros, fui testigo de tu agudeza para analizar el mundo que vivimos.
Por cierto que desde aquellos tiempos, unos más otros menos, debemos dejar atrás varias convicciones que se mostraron desacertadas y que aún hoy convocan seguidores con una perseverancia nostálgica que da pena. Como bien decís, no solamente hay que dejarlas atrás, porque fueron derrotadas, sino porque entrañaban una equivocación. Pero como siempre se dice, cuidemos que no se vaya el niño con el agua sucia de la bañadera.
Y vayamos al tema de la Democracia y la República. Es cierto que subestimábamos su significación como espacio para ampliar nuestras demandas de justicia y que en definitiva era un terreno más nuestro que de “ellos”. Pero no podemos dejar de recordar a las nuevas generaciones los tiempos que vivíamos. ¿Acaso no nos decía machaconamente un general, cuando estábamos saliendo de la adolescencia, que las urnas estaban guardadas sine die? ¿Qué argumento más concluyente a favor de la insurrección que el grosero enrostre de que el poder no sólo nacía del fusil sino que se basaba solamente en ellos? Además, ¿cuántos presidentes legítimos habían concluido su mandato en décadas?. El espíritu de rebelión lo fomenta la dictadura. No hay otra posibilidad de que florezca con la versatilidad con que nosotros lo vivimos. Hubo desprecio por la institucionalidad en nuestra historia y en la de todo el continente ¿pero quién lo hizo con mayor descaro?
Después vienen los errores y los horrores. El mayor de ellos es esa torpe ingenuidad que supone que el terror que ejercerán en el combate quienes ven en riesgo su primacía y posesiones será del mismo tenor, moderado por llamarlo de alguna manera, que el que ejercen los rebeldes que pretenden interpretar las aspiraciones del pueblo. Algo así como una proyección de un humanitarismo básico del que los guardianes del orden carecen. Ni qué hablar de estos ejércitos de las sombras que presumían de poder doblegar a los profesionales. Además se mostró que era un disparate pretender disputar hegemonías copiando los métodos de la reacción.
Desde aquel tiempo se confirmó que es la lucha por las conciencias, aunque también sea desigual, la que puede modificar la realidad. La política, en otras palabras. Las únicas insurrecciones triunfantes maduraron confrontando contra la autocracia ancestral, despiadadas dictaduras patrimonialistas o crueles invasiones extranjeras. Las más de las veces, en medio o a continuación de confrontaciones bélicas de mayor envergadura que habían hecho desaparecer las precarias escenas políticas preexistentes. Todo el que intentó este camino, fuera de este tipo de contexto, se equivocó. Muchas veces a costa de la propia vida y de la de muchos más. Haber pretendido componer recetarios valederos en cualquier tiempo y lugar fue un error significativo y reiterado durante buena parte del siglo XX.
No olvidar el tenor de los tiempos que vivimos, en los que maduraron los desaciertos, es tan importante como recordar que La Democracia o La República son aspiraciones, pero no realidades acabadas en ninguna parte del planeta. Y menos en aquellos lugares donde se las invoca para justificar diferentes y sucesivas escaladas de agresión y violencia en su nombre.
Ahora, asociar con estos resabios las pretensiones de afirmar un liderazgo para cambiar las relaciones de fuerza en nuestro tiempo y tildarlo de carencia de republicanismo, me parece un tanto exagerado.
La extrema desigualdad de nuestras sociedades y los tiempos que acabamos de dejar atrás son una referencia ineludible. La abundancia de recursos con los que se defiende el status quo es apabullante. Algunos evidentes y otros no tanto. De allí que se nos reclame a los intelectuales contribuir a descorrer los innumerables velos con los que se arropa el privilegio. Sin lugar a dudas, ¿a quién no le gustaría que las transformaciones ocurran como resultado de sesudas argumentaciones de tribunos del pueblo en el parlamento? El propio Marx consideró, viniendo de un tiempo donde sólo votaban los propietarios, que en la Inglaterra en que vivía, donde los trabajadores peleaban y accedían al voto, se abría la posibilidad de un curso pacífico a una sociedad sin clases.
Pero de allí a olvidarnos de las multifacéticas formas en las que se ejerce la dominación, hay un paso sideral. Y lo menos a que pueden aspirar, quienes pretenden producir un viraje en la naturaleza injusta de la sociedad, es contar con un liderazgo vigoroso y centralizado que pueda hacer valer a favor de los más su única ventaja: el número, la suma que puede articularse, con toda su diversidad, para demandar en una misma dirección.
No podemos suponer que se trata de regímenes “republicanos” los sistemas plutocráticos que prolijamente controlan el llamado cuarto poder y construyen la agenda de cada día es un riesgo que merece evitarse. Que en aquellos países europeos donde el movimiento obrero consiguió, tras largas y costosas luchas, componer mesas de negociación un tanto más parejas, hoy se vivan realidades que marcan distancias con lo que ocurría décadas atrás, en buena hora. Pueden servir de horizonte o referencia, pero no nos olvidemos de dónde venimos. Para construir Repúblicas hay que hacer retroceder el privilegio. Máxime cuando estamos en la periferia y no nos sobra nada.
Poner en primer plano la especulación con la trayectoria de nuestros actuales gobernantes carece de sentido cuando sabemos la naturaleza del que ejerce la dominación. Los que pasamos por la cárcel, la tortura y el exilio, aún el “interno, no olvidamos que significa “setentista” para ellos. Máxime cuando, para mi sorpresa y la de muchos más, resulta difícil imaginar qué podría haberse hecho algo significativamente mejor a lo que se hizo en estos tres años. Por cierto atendiendo a la situación de la que partimos y las relaciones de fuerza en las que estamos situados.
Que había que haber recordado en su momento el Juicio a las Juntas, muy de acuerdo. Que como ese se podría encontrar otros “defectos” o preferido otros estilos, es posible. ¿Pero quién puede sostener, con prudencia, que no se ha definido un rumbo que apunta a desbloquear a las vestales que salvaguardan el establishment? ¿Quien puede negar que en materia de derechos humanos se está dando un ejemplo ante el mundo? ¿Es antojadizo sostener que junto a otros países de la región se hacen esfuerzos consistentes para contar con una visibilidad claramente diferente a lo usual en el “patio trasero”? ¿Qué viniendo de donde veníamos se ha respetado la variedad de reclamos y se le ha dado un curso a la mayoría de ellos? No voy a extenderme con el tema de la deuda, de las fuerzas de seguridad, la inversión en educación y otros para no reiterar lo conocido. Baste decir que en mi caso, sin haber sido peronista ni siquiera de ocasión, no puedo dejar de estar satisfecho y reconfortado con lo que ha generado este gobierno en este lapso. ¿Qué algunos compañeros de ruta son oportunistas de la peor especie? Por cierto, pero no ocupan roles prominentes y mejor que estén donde están y no rodeando a los diferentes personajes con que el establishment pretende recomponer la oposición. Si el rumbo sigue, caerán por su propio peso. Se podrían agregar interrogantes y señalar críticas, es más, son imprescindibles, pero a conciencia de en qué vereda nos situamos.
Si hay “progresistas” que han perdido puestos públicos, es una pena. Con alguna generosidad se podría ensayar algún nuevo movimiento histórico aunque lo dirijan otros. Es preferible a intentar reciclar los restos del clientelismo de diverso cuño para intentar retornar a la escena.
Resulta entendible que muchos intelectuales se sientan curados de espanto tras varias decepciones. Pero no por eso hay que sumarse a la legión de gatas floras, al decir de Jorge Guinzburg. En el ’73 se llegó al ocaso de López Rega en pocas semanas. En el ’83 derivamos más lentamente en el tren sin destino que conducía Angeloz. Ni que hablar de los que se subieron a la “revolución productiva”. Si también tuvieron expectativas en el “aburrido” … Convengamos que no es poco. Pero hay que haberse amargado en demasía para no ver la diferencia con lo que estamos viviendo.
La prédica “republicana” del establishment, hay que entenderla en este nuevo contexto. Por otra parte, no es una exclusividad nacional. Se cultiva en múltiples academias del primer mundo. Todos los regímenes progresistas que emergieron en el continente lo saben. Sobre todo en aquellos ámbitos donde el poder del voto sobrepasó largamente el 50% y se pudo poner en discusión aspectos centrales de las parodias republicanas preexistentes. La última versión del libreto se conoció con largura en México, para denigrar al candidato del PRD, al que se supone que incluso se le ha arrebatado el triunfo en las elecciones. Y esto es lo preocupante, porque algunos intelectuales latinoamericanos se hacen eco del discurso que predomina en el norte para deslegitimar a populistas de diversa raigambre en nuestras tierras.
Y no es un problema de preferencia de estilos. No ha pasado mucho tiempo desde que dejamos atrás la larga noche de la Seguridad Nacional. El golpe de Estado que pretendió derrocar a Chávez sabemos que puede reintentarse. De últimas, es el más populista de todos, y también el que tiene más votos y el único en el planeta que se sometió a un plebiscito para continuar su mandato. Pero allí no tiene porqué quedar todo. Han cambiado muchas cosas, pero la ingenuidad de antaño no tiene porque reaparecer en diferentes versiones.
Si algunos de los nuevos liderazgos de la región parecen más prolijos, creo que se debe al escaso poder institucional con que cuentan. Desde los vericuetos de las viejas “repúblicas” no los han dejado avanzar en sus programas y no pueden sino caminar sobre huevos. La relación de fuerzas sigue gobernando el mundo y delineando a sus protagonistas. El poder puede repartirse, pero depende para que se use. Hasta ahora, salvo las burocracias de la esfera soviética, contra los pronósticos más trillados, nadie cedió su centralidad en un régimen de dominación sin resistirse por las malas. Aún así, asombra la perseverancia, la paciencia y la considerable prolijidad con que los nuevos líderes de la región, incluido el de nuestro país, han manejado el espacio público, contrastando con los parámetros de los ’80 y ’90, que no causaban tanta alarma en los mismos medios: Salinas, Fujimori, Sánchez de Lozada y Menem, para referirnos a los más notables “reformistas” que nos gobernaron.
Pero los liderazgos populares con temple y vocación para aspirar a cambios profundos no pueden dejar de pretender parecerse a nuevos príncipes, como se dijo, lo que es muy diferente de la arrogancia despótica de los soberanos absolutos con los que tu artículo podría confundir al menos informado.

Me parece que este debate, sobre la República que nunca tuvimos y el populismo que ya fue, ha permitido conocer pareceres de dos orígenes. De una parte, Intelectuales bien intencionados, y por otra, reaccionarios redomados. Pero en los tiempos que corren existe el riesgo de que se mezclen y no se sepa bien quién es quién. Creo que tendrías que recuperar cierta precisión para no ser parte de la confusión.
Aludiendo a los términos con que Santiago Kovadloff se refirió al tema, en el marco de la misma campaña, podríamos decir que los primeros ignoran (los segundos lo saben) que si no hay cierta cuota de guapeza, la "república" sigue funcionando con su cobijo a los privilegiados de siempre. Buenos modales con impunidad. El respaldo a Chávez, Morales y Kirchner no es por que cunde el "mal ejemplo" como dice el articulista. Se debe a que los de abajo perciben, como dicen en la tribuna, que ponen lo que hay que poner (lo que no significa un rodillazo sin pelota). Sin guapeza no hay elocuencia que haga vacilar y retroceder a los formadores de: opinión, precios, consensos, miedos, y otras lindezas por el estilo. Y si no se puede pulsar esa tensión que da cuenta del coraje para asumir las dificultades, los postergados saben que nada va a cambiar. La única posibilidad de que en el futuro prevalezca una verdadera República Democrática, depende de que se constituya la fuerza suficiente como para doblegar la pertinacia de quienes quieren que todo siga como está.
Ojalá, Beatriz, que podamos criticar nuestros errores sin que se desvanezcan las aspiraciones que tuvimos, poniéndonos a la altura de los tiempos que corren.
Como no tengo tu correo actualizado, envío esta carta a la web. Seguramente conocidos en común te la harán llegar. Y entonces te pido un favor ¿podés pedirle a los de La Nación que publiquen mi carta? Un beso. Mario
* Profesor Titular de Política Latinoamericana en la Carrera de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Sociales y de Sociología en el Ciclo Básico Común de la UBA.

miércoles, julio 26, 2006

No Mide


Basta, por favor. / "La consecuencia es inevitable: la construcción de un pueblo es la condición sine qua non del funcionamiento democrático". en Laclau E. (2005) La razón Populista, Buenos Aires: FCE. p. 213.

martes, julio 25, 2006

No Mide

Tratemos de no manejar la discusión política en esto términos ¿no? / Que quede claro que este blog se realiza en base a una idea de Eric Cantoná (o algo así).

domingo, julio 23, 2006

miércoles, julio 19, 2006

martes, julio 18, 2006

Mide

Imperdible lo de Fisk. Hoy es 18 de julio, habría que parar un poco la mano. Puede ser lo que dice Cardoso, a pesar de lo difícil de hablar de racionalidad en este contexto.

domingo, julio 16, 2006

sábado, julio 15, 2006

Mide


Así se informa. Robert Fisk tiene el don de instruirnos sobre el delirante concepto de "eje del mal". Israel parece ser, nomás, un Estado terrorista.

miércoles, julio 12, 2006

lunes, julio 10, 2006

Mide

¿Antiperonismo? Quizás más tarde, gracias / "Habíamos hablado mucho de nuestro pueblo. Ya en el himno se lo menciona, pero no lo conocíamos. Perón nos reveló, no al pueblo sino a una zona del pueblo que, efectivamente, nos parecía extraño y extranjero. El 17 de octubre Perón volcó en las calles céntricas de Buenos Aires un sedimento social que nadie habría reconocido. Parecía una invasión de gentes de otro país, hablando otro idioma, vistiendo trajes exóticos, y sin embargo eran parte del pueblo argentino, del pueblo del Himno. Porque había ocurrido que, hasta entonces habíamos vivido extraños a parte de la familia que integraba ese pueblo, ese bajo pueblo, ese miserable pueblo". Martínez Estrada, E. (2005), ¿Qué es esto? Catilinaria, Buenos Aires, Colihue - Biblioteca Nacional. /

Alguien más dice algo que sabemos.

Página / 12
Domingo, 09 de Julio de 2006
GABRIEL PALMA: ECONOMISTA CHILENO DE LA UNIVERSIDAD DE CAMBRIDGE
“Diferenciarse de China, India y Brasil”
Por Fernando Krakowiak
Gabriel Palma es un economista chileno, profesor de la Universidad de Cambridge y amplio conocedor de las economías asiáticas. Hace pocos días visitó la Argentina para participar en un seminario organizado por Cefid-Ar. Cash lo consultó sobre la industrialización asiática y las posibilidades de extrapolar esa experiencia a la Argentina.
Usted suele criticar el proceso de desindustrialización que atravesó América latina y lo contrapone a la industrialización asiática. ¿Ese es el camino a seguir?
–El Sudeste asiático no utilizó la reforma económica para hacer un cambio de modelo de crecimiento. Toda la estrategia de industrialización, cuyo modelo es el japonés, siguió igual, por eso han sido capaces de crecer mucho más rápido. Lo que hace Corea hoy en día es muy parecido a lo que hacía hace 20 años. Jamás abandonó la industrialización, ni se orientó a los productos primarios. En América latina, en cambio, las reformas modificaron el modelo de desarrollo.
La industrialización asiática se suele asociar con la ventaja que otorga la mano de obra barata.
–No es el caso. En los países asiáticos de la primera generación de crecimiento (Corea, Hong Kong, Taiwan y Singapur), los salarios reales duplican a los de la Argentina. En los de la segunda generación (Malasia y Tailandia), los salarios reales son similares a los de acá. Sólo la tercera generación asiática (China, India y Vietnam) se industrializa con salarios muchos más bajos que los de la Argentina y el resto de América latina.
¿Cuál fue la clave que permitió avanzar con la industrialización en Asia?
–El secreto es que nunca se basó en sus mercados locales. La estrategia asiática fue usar los mercados domésticos como una base de producción, pero desde un principio se obligó a las corporaciones a tener un contenido muy alto de exportación. Los niveles de inversión llegaron al 30 por ciento del Producto y hubo un cambio tecnológico muy fuerte. Por ejemplo, el acuerdo que tenía Hyundai con el gobierno coreano contemplaba acceso al crédito ilimitado, subsidios y mercado doméstico cautivo, lo que le garantizaba altos niveles de utilidad, pero la empresa tenía que cumplir metas exportadoras equivalentes a un tercio de su producción. Los países asiáticos nunca vieron el modelo sustitutivo de exportaciones y el modelo exportador como alternativos sino como complementarios.
¿Qué pasaba si una empresa no cumplía?
–Se le cortaba el subsidio. En América latina somos buenos para dar subsidios, pero somos incapaces de quitarlos cuando las empresas no cumplen las metas a las que están atados esos subsidios. En el caso del Sudeste asiático, la base de la política industrial es la capacidad de dar subsidios y, fundamentalmente, de quitárselos a aquellas corporaciones que no son capaces de cumplir las metas.
¿El Estado fue el encargado de decidir en qué sectores se impulsaría la industrialización?
–Absolutamente, y esos objetivos iban cambiando en el tiempo. Además había mucha política industrial micro. A Hyundai se le dio el mercado local y además no se permitió que otra empresa coreana, en este caso Daewoo, comenzara a producir autos hasta que pasaron 10 años. Así se le posibilitó a Hyundai adquirir un tamaño mínimo de escala para ser capaz de exportar un tercio de su producción.
En la Argentina, cuando se les pregunta a los responsables de la política industrial cuáles son los sectores clave para impulsar la industrialización, no hay una definición precisa.
–Si uno mira a China y a la India sabe exactamente cuál es el nicho que quieren ocupar en la economía global. China es la fábrica del mundo de los productos de mano de obra intensiva y la India quiere ser la oficina del mundo donde se hace el software y donde operan los call centers. El problema de la Argentina y también de Brasil es que el nicho no está claro. En Brasil pareciera ser el procesamiento de materias primas. No debería exportar fierros sino ser uno de los exportadores más grandes de acero. En el caso argentino es más complicado porque no es obvio cuál es el nicho de su industria manufacturera en la economía globalizada, y ése no es un problema menor porque para tener una política industrial hay que tener claro para dónde se está moviendo el país.
¿Cuál cree usted que debería ser el nicho de la Argentina?
–La respuesta no es independiente de los niveles de ahorro e inversión y del tipo de cambio que sea capaz de sostener.
Si usted pudiera manipular esas variables, ¿cuál sería la mejor estrategia industrial?
–La mejor estrategia es diferenciarse de China, India y Brasil. La Argentina tiene un gran capital humano y una economía de muy alto nivel de desarrollo tecnológico. Su nicho no es diferente del que podría ser el coreano o el malayo, con una industria manufacturera orientándose hacia la tecnología mediana y alta. El problema es que ese modelo necesita tasas de ahorro e inversión del 30 por ciento del Producto y políticas económicas keynesianas que permitan una cierta estabilidad en el largo plazo.

sábado, julio 08, 2006

Mide


El periodismo ha muerto. Alguien lo ha dicho: "Algunos periodistas me dan pena, pena en serio. Yo les recomiendo que sean autocríticos, que investiguen, que estudien más, que dejen de hacer lobby" /

jueves, julio 06, 2006

martes, julio 04, 2006

No Mide

Clarín 04-07-06

El poder adquisitivo

Más horas para un mismo bien

A pesar de la recomposición salarial de la mayor parte de la población, comprar determinados bienes o darse ciertos gustos —hoy— suele ser más caro que antes de la crisis. Al menos si —para comparar la capacidad de compra— se mide el tiempo que una persona debe trabajar para comprar ese bien. Por ejemplo, un ocupado promedio tiene que trabajar 24 minutos para comprar un kilo de pan: es menos que hace dos años (36 minutos) pero más (16 minutos) que en diciembre de 2001.

Un trabajo de SEL Consultores, que calculó los ingresos horarios del empleo por categorías tomando como base datos del INDEC, muestra que un ocupado con un salario promedio tiene que trabajar más horas de las que trabajaba hasta diciembre del 2001 para comprar ciertos artículos. Si bien hay una mejora importante respecto de 2003.

Así, por ejemplo, según el trabajo de la consultora que pilotea Ernesto Kritz, experto en temas laborales, para comprar un par de zapatillas (de marca) un empleado promedio debía trabajar, hasta fines del 2005, 3 días y 1 hora, mientras que en la crisis le bastaban 2 días y 1 hora. Y en mayo del 2003, le demandaba 3 días y 3 horas.

Esa misma persona debe trabajar hoy, un lapso similar, para comprar un jean, una camisa o una caja de antibióticos. Las mayores diferencias, en cuanto al tiempo de trabajo que insumen los gastos de la gente se encuentran en los inmuebles cuyos precios —a diferencia de los salarios— se acercaron más a los valores en dólares que tenían antes de la crisis.

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  • Para une versión más oficialista con la que no discrepo del todo, véase a Artemio
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