Luego de lo que a mi juicio fueron múltiples errores de concepto, estrategia y acción por parte del Gobierno nacional, el discurso de la presidenta Cristina Kirchner de anoche volvió a poner un piso de racionalidad en el tema del accidente ferroviario de Once.
Que un jefe de Estado esté consciente de "lo que falta" en su país y lo exprese no es para dar una medalla, pero por cierto tampoco es común en la Argentina.
Fue explícito y claro que Cristina habló para todos los argentinos, que es lo que se espera en estos momentos de ella. Y que había una comprensión profunda de que, como señaló Mario Wainfeld el domingo, hay un problema grande acá con el tema ferroviario y que esto no es una cuestión que no queda limitada por la frontera oficialismo-oposición.
La Presidenta fue por "el medio" en cuanto a la polémica de si tomar decisiones "políticas y administrativas ya" o ir por la vía judicial, al poner un plazo a la Justicia.
Mi opinión es que, con los tiempos que lo decida la Casa Rosada, no se podrán eludir las renuncias de funcionarios políticos porque así funciona la cosa en un presidencialismo. Ocurre que si no hay funcionarios de menor rango que dejen sus cargos el peligro que se corre es que la responsabilidad política quede concentrada en la Presidencia por un principio que más se parece al de la física que al de la política y con el que no es conveniente enojarse, así como no montamos en cólera al ver el sol ponerse por el Oeste.