"Yo no podría pedirle al pueblo el apoyo para otra cosa, pero para eso le pido y deseo el apoyo total y sincero del pueblo. Ese apoyo ha de ser para combatir a los malos argentinos y para combatir también a los malos peronistas y a muchos que se mueven entre nosotros disfrazados de peronistas. Para eso, especialmente, necesitamos el apoyo del pueblo, el apoyo desinteresado, el apoyo sincero, el apoyo que nos pueda llevar a una depuración de la República y a una depuración de nuestras propias fuerzas.
En este orden de cosas la ley debe ser inflexible: al honesto hay que defenderlo hasta morir; al deshonesto hay que meterlo en la cárcel cuanto antes. De la misma manera los comerciantes, los industriales honestos, serán apoyados por el Estado, pero los deshonestos irán como los otros deshonestos, a la cárcel cuanto antes.
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Compañeros: yo deseo terminar estas palabras, un tanto deshilvanadas por las numerosas interrupciones, las bombas y las otras yerbas, haciendo una aclaración que cuadra a los sentimientos más puros y más profundos de mi corazón. Quizás en el fragor de la lucha haya dejado escapar alguna expresión de desaliento. Yo no soy de los hombres que se desalientan, a pesar de la legión de bienintencionados y de malintencionados que golpean permanentemente sobre mi espíritu y mi sistema nervioso. Yo nos soy de los hombres que se desalientan desfilando, como lo hacen entre una legión de aduladores y una legión de alcahuetes. Si eso pudiera desalentarme, si mediante eso pudiera algún día llegar a perder la fe inquebrantable que tengo en mi pueblo, habría dejado de ser JUAN PERON.
Por eso debo anunciarles a todos los compañeros, especialmente trabajadores, que para nuestro movimiento comienza una etapa nueva, una etapa que ha de ser de depuración, una etapa que ha de ser de energía terrible para los que sigan oponiéndose a nuestro trabajo".
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