"Cuando fue la negociación con el FMI fue impresionante. Lo llamaban en nombre de Anne O. Krueger y él decía “decile que no estoy”. Así diez veces, hasta que un día atiendo el teléfono y era la mismísima Anne Krueger que quería hablar con Kirchner. Entonces, yo entré al despacho, y con una cara pálida de nervios le dije “Doctor, Anne Krueger al teléfono”. Él me miró como diciendo qué me importa. Entonces le dije que era como la décima vez que llamaba y por el tono de voz no está nada contenta. “Decile que no estoy, a mí el único que me puede apretar es el pueblo”, me dijo sin que se le mueva un pestaña y con una frialdad impresionante. Lo hacía todo con tanta convicción que para él era natural, no lo asustaba
nada".