Repasaba justo hoy, que se aprobó la reforma del Banco Central, el libro "Martínez de Hoz: la lógica política de la política económica", de Jorge Schvarzer.
Ahí nos cuenta cómo, a partir de la Reforma Financiera de 1977, pero por algunos mecanismos de decisión propios, el Banco Central se aisló de las presiones del resto del sistema ("la independencia", que le dicen) pero para pasar a funcionar como un apéndice del sistema financiero.
"A mediados de 1978, el Banco Central (adoptó) una mayor pasividad. (...) renunció a dos facultades esenciales para un organismo de ese tipo: la de regular sus propias erogaciones (...) y la de incidir -por esa misma vía- en la evolución de las tasas de interés del mercado. Los efectos eran de esperar. La tasa de interés quedó liberada de una restricción adicional pese a que la inflación no bajaba, con lo que se alentó el componente especulativo inherente a su formación.(...) Esta política requirió aportes a las entidades, por cuenta del Banco Central, por un monto neto de un billón 425.000 pesos en el curso de 1978 (...) Para mantener en funcionamiento el nuevo sistema en forma deseada, las autoridades gastaron una suma equivalente a una vez y media el déficit del sector público, que era considerado, oficialmente, una de las causas de la inflación".
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