Recibí el libro "Soy la mierda oficialista", de Carlos Barragán. Escribo esto luego de haber leído la mayor parte del libro, en la que Barragán desarrolla un relato. No los cuentos, ni las letras de canciones.
Empecé el libro dándome cuenta de que Barragán no usa ni las palabras ni el enfoque que yo utilizaría para contar, por ejemplo, qué me pasa a mí con el kirchnerismo. Pero terminé el libro con una certeza que me parece hermosa. Y es que este es el libro de un viaje. Del viaje que hizo Barragán durante estos años en el que la política, los conflictos, los encuentros y los desencuentros, seguramente Néstor y Cristina Kirchner nos llevaron a muchos de viaje. Es el libro de alguien que, como tantos, sintió que tenía que iniciar ese viaje porque el paisaje a su alrededor se había empezado a mover. Es decir, que tenía que empezar ese viaje porque el viaje ya había empezado.
Por ejemplo, los que leen este blog saben que hace tiempo, cuando ya estaba Néstor Kirchner en primer plano pero en la Argentina pasaban otras cosas, escribía de algunos temas, con algunas miradas, que ya no uso más. Que justo, justo cuando a los Albertos Fernández de este mundo les dejó de gustar el kirchnerismo, nosotros hicimos las valijas porque era el último llamado y ya estaban abordando. Bueno, en el libro Barragán cuenta cómo vivió él ese viaje, "ese tiempo" (como diría Alberto Fernández).
Las ideas que vierte el autor sobre 678 me parecieron muy certeras: "Ya no es el año 2010 y 678 ya no es tan imprescindible (...) ya se desenmascararon las cosas, ya se aprendió a leer el diario y a ver el noticiero (...) 678 fue el equipo de demolición de un edificio que se estaba pudriendo y que se nos podía caer encima (...) en ese sentido 678 no fue constructivo sino destructivo. Destructivo como lo es cualquier actividad que deje el terreno limpio para la construcción".
Hoy pensaba en lo que me dijo un médico muy sabio una vez. Que hay remedios que tienen pocos efectos colaterales. Pero que los remedios que tienen pocos efectos colaterales, también tienen pocos efectos. 678 no es un remedio con pocos efectos colaterales. Es un remedio con mucho efecto. Es así.
Te lo dice alguien que vio el programa con Beatriz Sarlo gritándole a la tele, como dice un compañero, algún concepto equiparable a "¡Dásela a Nora Veiras! ¡Dásela a Nora que pone la pelota contra el piso! ¡Defiéndanse con la pelota, será de Dios!".
La descripción que hace Barragán de Jorge Lanata, la firmo al pie. De hecho es más o menos lo que digo si alguien me pregunta sobre él, mientras, a la vez, recuerdo ese ejemplar gigante de Página 12 que tuve pegado durante años en mi cuarto, de bastante joven. Decir "estoy de acuerdo con la mayoría de lo que pasa" te sumerge en un colectivo. Y hay que tener ganas de sumergirse en un colectivo. Si no querés, no querés.
Me gustaron también los conflictos de Barragán con el peronismo ("Nadie se hace de Boca a los cuarenta años").
Barragán viajó. Viajó como supo, como pudo, como quiso, como le tocó. Parece haber sido un viaje intenso. Habrá quien lo vivió como él y quien no. Pero es así la cosa.
Y entonces quién le quita lo viajado.
Empecé el libro dándome cuenta de que Barragán no usa ni las palabras ni el enfoque que yo utilizaría para contar, por ejemplo, qué me pasa a mí con el kirchnerismo. Pero terminé el libro con una certeza que me parece hermosa. Y es que este es el libro de un viaje. Del viaje que hizo Barragán durante estos años en el que la política, los conflictos, los encuentros y los desencuentros, seguramente Néstor y Cristina Kirchner nos llevaron a muchos de viaje. Es el libro de alguien que, como tantos, sintió que tenía que iniciar ese viaje porque el paisaje a su alrededor se había empezado a mover. Es decir, que tenía que empezar ese viaje porque el viaje ya había empezado.
Por ejemplo, los que leen este blog saben que hace tiempo, cuando ya estaba Néstor Kirchner en primer plano pero en la Argentina pasaban otras cosas, escribía de algunos temas, con algunas miradas, que ya no uso más. Que justo, justo cuando a los Albertos Fernández de este mundo les dejó de gustar el kirchnerismo, nosotros hicimos las valijas porque era el último llamado y ya estaban abordando. Bueno, en el libro Barragán cuenta cómo vivió él ese viaje, "ese tiempo" (como diría Alberto Fernández).
Las ideas que vierte el autor sobre 678 me parecieron muy certeras: "Ya no es el año 2010 y 678 ya no es tan imprescindible (...) ya se desenmascararon las cosas, ya se aprendió a leer el diario y a ver el noticiero (...) 678 fue el equipo de demolición de un edificio que se estaba pudriendo y que se nos podía caer encima (...) en ese sentido 678 no fue constructivo sino destructivo. Destructivo como lo es cualquier actividad que deje el terreno limpio para la construcción".
Hoy pensaba en lo que me dijo un médico muy sabio una vez. Que hay remedios que tienen pocos efectos colaterales. Pero que los remedios que tienen pocos efectos colaterales, también tienen pocos efectos. 678 no es un remedio con pocos efectos colaterales. Es un remedio con mucho efecto. Es así.
Te lo dice alguien que vio el programa con Beatriz Sarlo gritándole a la tele, como dice un compañero, algún concepto equiparable a "¡Dásela a Nora Veiras! ¡Dásela a Nora que pone la pelota contra el piso! ¡Defiéndanse con la pelota, será de Dios!".
La descripción que hace Barragán de Jorge Lanata, la firmo al pie. De hecho es más o menos lo que digo si alguien me pregunta sobre él, mientras, a la vez, recuerdo ese ejemplar gigante de Página 12 que tuve pegado durante años en mi cuarto, de bastante joven. Decir "estoy de acuerdo con la mayoría de lo que pasa" te sumerge en un colectivo. Y hay que tener ganas de sumergirse en un colectivo. Si no querés, no querés.
Me gustaron también los conflictos de Barragán con el peronismo ("Nadie se hace de Boca a los cuarenta años").
Barragán viajó. Viajó como supo, como pudo, como quiso, como le tocó. Parece haber sido un viaje intenso. Habrá quien lo vivió como él y quien no. Pero es así la cosa.
Y entonces quién le quita lo viajado.
No creo que compre el libro, lo leería si me lo regalasen.
ResponderBorrarRescato la frase del médico sobre los remedios y los efectos colaterales.
Comparto lo de 678 y su labor "destructiva". Yo creo que esa labor, mal o bien, ya está "cumplida".
Me gustaría que se aggiornaran, porque corren el riesgo de pudrir. De hecho ya están pudriendo.
Saludos
Es así, Nicolás. En algún momento nos dimos cuenta de que el viaje había empezado y, aunque no estamos seguros de dónde será la última parada, sabemos que avanza en la dirección en la que siempre quisimos ir. Tu ruta es mi ruta. Andemos, entonces.
ResponderBorrarAlguna vez, alguien de esos a los que les gusta marcar diferencias innecesarias, pretendió insultarme diciendo que era de la generación 125. Y fue de esos insultos que uno asume casi como medalla. Si es cierto. Más allá de las cosas que yo ya compartía con el Kirchnerismo, fue ese momento en el que yo y muchos otros dimos ese salto que consiste en animarse a decir "sí, ¿sabés qué? soy kirchnerista". Después discutimos todo lo otro o le adosamos adejetivos divertidos "crítico", "díscolo", etc... Pero sí, soy de los que se cruzó en la puerta con Alberto Fernández. Yo entraba, él salía. La cosa no podía empezar mejor.
ResponderBorrarEl tema en concreto, sería, entonces, que hacer si alguna vez desde el gobierno, desde el kirchnerismo, desde esa versión de la historia que virtuosizan, se atreven a realizar algo así como revolucionario, que no contenga tanto parche de cosa vieja. Que se yo, como pensar en una idea hermosa y describirla. ¿Entonces? Si llegaron al éxtasis del convencimiento y del viaje, ¿quienes serán los jóvenes que insistan, que no estén de acuerdo, que vean la injusticia, que no planifiquen estructuras políticas? Me encantaría que haya un viaje para los que están afuera, conmovidos como ustedes, pero un ratito nomás, lo que dura la canción. Después, la vida real, es bastante más jodida.
ResponderBorrar¨678 no es un remedio con pocos efectos colaterales. Es un remedio con mucho efecto.¨
ResponderBorrarFirmo, sin dudarlo.
Soy, como el amigo Turner, un K tardío. Como tantos otros no lo voté, pero me sorprendió el pase a retiro de los generales y aplaudí la llegada de Zaffaroni. A partir de ese día no dejé de aplaudir.
Pero la pasión me vino en la 125. Las iniciativas de Néstor hicieron que apoyara al kirchnerismo, la oposición logró que lo defendiera con pasión.